Para el No. 1 de la Revista de Arte y Sexualidad, Hysteria.

TRANSEXUALIDAD EN PRISIÓN.
El machismo de la Chalaca.

Sus tetas parecen abscesos de silicona barata. Puedes notar sus pezones erectos a través de su playera casi transparente. Si pones atención, verás vello en pecho descendiendo hasta su barriga, y la marca de barba maquillada de rosa. Una manzana de Adán, imposible de disimular, se mueve arriba-abajo con voz ronca que finge ser chillona. Aunque parece hembra, no deja de presumir el pito que guarda en su tanga.

     Le apodan la Chacala, y como ella hay cientos de transexuales repartidos en los penales de la Ciudad de México y supongo en el mundo. Si bien el transexualismo es un fenómeno más o menos reciente, en México aún está en pañales. Muchos especialistas se debaten por resolver de la mejor manera el fenómeno: las implicaciones legales, psicológicas, éticas…

     No obstante, los penalistas optaron por la practicidad desde el inicio, apegándose al nombre jurídico, al esquema tradicional hombre/mujer en reclusión y eliminaron el sexo femenino/masculino en la ficha de identificación. Así la identidad está definida por el nombre, no por la apariencia.

     Como en el caso de la Chacala, que tiene un tratamiento feminizante (varón con involución o supresión de testículos y pene, desarrollo u operación de pechos). Pero el nombre de Juan Pérez, está en una prisión para hombres, por no considerársele mujer auténtica. Si la Chacala tiene el nombre legal de Camelia Tejada y el tratamiento feminizante completo, irá a una prisión para mujeres. Lo mismo sucede en el caso de las mujeres con tratamientos masculinizantes. Sin embargo, en ambos casos son clasificados en dormitorios con internos no heterosexuales declarados.

     Digo no heterosexual declarado, porque una vez en prisión, puedes tener relaciones sexuales con otros hombres sin declararte homosexual en una estadística. Una vez declarado con alguna inclinación sexual, se tendrá que lidiar con la otra identidad. Porque, si bien, nosotros suponemos que nuestra identidad se rige por el sexo de nacimiento, la
 Chacala supondrá, que su identidad se define a partir del sexo que eligió tener. Si a laChacala le atraen los hombres, podrá declararse transexual/heterosexual, si es atraída por mujeres puede declararse transexual/homosexual; o bien una mujer con tratamiento masculinizante, podría decir que es un hombre/transexual/bisexual… El sistema penitenciario, se apega al derecho de elección y al derecho de cambiar de preferencia.

     No obstante, a los feminizados se les llama: putos, jotos, puñales, calcetines volteados entre otros peyorativos. En reclusión la tolerancia, igualdad, equidad de género u otro eufemismo, está lejos de ocupar la mente de los internos. Tampoco tienen necesidad de encontrar diferencias en los términos, pues la convivencia se explica por medio de la vista: si tiene tetas y su ropa es de color beige, aléjate; a menos que desees averiguar lo que tiene entre las piernas… o lo que no tiene.

     Ya sé, ¡Está discriminando!, pero en una prisión con más de 12 mil personas y diseñada para habitar a cuatro mil, ¿quién no ha sido discriminado? No es para menos que la Chacala se muestra como un verdadero macho, vive hacinada en una constante tensión psicológica, humillándose unos contra otros, intentando superar las depresiones, la falta de alimentos, prohibiciones y el doble aislamiento social: excluidos por delincuentes y rechazados por maricas. Quizá se supriman los testículos, pero en prisión, la Chacala tienen más huevos que un machín en libertad.

     Hay que tener unos huevotes para no corbatearse (suicidarse) en prisión, y haber sobrevivido un entorno social como el de la Chacala. Quizá nació en un barrio pobre, su familia es drogadicta, tuvo seis padrastros y cuatro abusaron sexualmente de él. Fue discriminado, lo corrió su madre por raro. Una vez en la calle, padeció de falta de alimento, ropa, educación, apego emocional, abusos, consumo de drogas, hasta que al fin, se convirtió en prostituto. Seguro sufría trastornos psicológicos, enfermedades venéreas y cosas por el estilo, mucho antes de estar en prisión.

     Sabemos que la cárcel es la universidad de los vicios y, por supuesto, la Chacala aprendió las mañas que le faltaban, sigue siendo drogadicto, prostituto y un sin vergüenza. No es regla que los transexuales tengan este comportamiento, pero la Chacala es como un macho alfa propagando terror, extorsionando y abusando sexualmente de otras personas… En los feminizados —y masculinizadas—, la naturaleza humana y el desarrollo de los patrones de conducta criminal, se manifiesta tal y como lo haría en otro que posee su sexo de nacimiento, muy a pesar de la fuerte convicción a modificar su anatomía e inclusive, muy a pesar del cambio físico que se hayan hecho.

     No obstante, para la Chacala ser anti natura tiene sus ventajas; por un lado, su aspecto aberrante les provoca miedo y para alejarla le gritan: ¡Cacorro! ¡Chichis pa´ la banda! ¡Disfrazado! ¡Cacatelas! Soportar un grito es duro, pero agarrarse a madrazos o a puñaladas por un grito, es aún peor. Los gritos son una previsión a la amenaza del deseo. Sobre todo si llevan años sin relaciones sexuales y ven a la Chacala cuando va al baño, al gimnasio o muestra las tetas…

     Es seguro que viven con diez o más personas en una celda reducida. Duermen en el piso, pelean por comida y limpieza en un lugar sucio. La Chacala tomará ventaja de la situación con su fuerza de macho, su aspecto y su actitud intimidante, para hacer que otros limpien, compartan la cama, la comida o el cuerpo… Sin duda una de las mayores ventajas, es poder mezclar el placer con el negocio, y volverse burrero, es decir, transportar condones rellenos de droga, insertos en el ano.

     Prostituirse para la Chacala es otra ventaja. Los bugas (heterosexuales) tienen necesidades corporales, fantasías sexuales y, precisamente, lucir como chica en un lugar sin chicas disponibles, es una ventaja. Solo imaginen el tipo de relaciones sexuales que se llevan a cabo en prisión; es claro que muchas sin las debidas precauciones. Aunque muchos condones se regalan, en caso de no tener, hay que comprarlos en el mercado negro, pero a veces escasean.

     Hay que tener huevotes para mantener relaciones sexuales con presos cuando un retrovirus oculta la enfermedad. Los estudios para detectar el VIH son gratuitos, pero no obligatorios. Sin embargo, una vez que el interno se sabe portador de VIH, es probable que sea trasladado (con o sin su consentimiento, según un estudio de caso), a la prisión más densa del país. Nadie anhela llegar a la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla y pasar sus últimos días, meses o años de vida con VIH. Si están enfermos de lo que sea hay que curarse, si es posible, controlarse con medicamentos, tratar la mente y los efectos del cuerpo, pero sobre todo, hay que convivir con internos sanos.

     Entre otros asuntos que conciernen a la Chacala, están su derecho al matrimonio en reclusión, atención médica, visita íntima, tener o no afiliación religiosa, y lidiar con los prejuicios del personal administrativo. Habrá que pagar si se desean tratamientos hormonales prohibidos. Como la Chacala se prostituye y trabaja con su aspecto, tendrá que pagar por maquillaje, blusas sexys, tangas, bra… Para conseguir dinero fácil hay que extorsionar, robar, vender sustancias prohibidas o encontrar formas para generar una plata. En prisión todo medio es válido para lograr un fin.

     Quizá en el futuro la Chacala sea el estereotipo de macho, a pesar de tener un par de tetas de silicona barata, vello en pecho, chapitas con barba, y diga te amo con voz ronca mientras se guarda el pito en una tanga de elefante. Quién sabe…
  Ivelucas 2012



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