Una linda experiencia sobre los besos. Publicado en la revista de arte y sexualidad Hysteria.

SIN BESOS PORQUE ME ENAMORO

Conocí una chica que besaba horrible. Chocaba con sus dientes, el sabor de su labial me quedaba impregnado hasta la nariz, y al mirarme al espejo veía un rastro blancuzco en la barba: su saliva seca o el jugo de nuestra baba seca, no lo sé. No voy a escribir los detalles grotescos de sus besos. Pero agregaré que no tenía senos grandes, nalgas exuberantes, ni una belleza que hiciera torcerle el cuello a más de uno.
                                                              Antoine Frappa. El beso.
Sin embargo, tenía un gran sentido del humor, era inteligente y afectiva. Me atrapaba en charlas exquisitas, con lo que llegué a admirarla por sus logros, y ese futuro prometedor del que presumía poco o nada. Era humilde pero dadivosa: compró boletos para conciertos, el teatro, el cine, y muy seguido me esperaba en un cuarto de hotel (con paredes-espejo) sobre una cama en forma de corazón, sabanas de satín rojo y sillones en formas extrañas que parecen súper limpios, pero dudo que lo estén…
No obstante, la compañía de Fulanita era genial. Me hacía sentir afortunado y tenía acceso gratuito a cosas exuberantes y/o ridículas. Aunque intentamos llegar a un beso ideal, de esos con los que Cupido se vuelve un angelito voyerista, sólo llegamos a besarnos sin sentir repugnancia el uno del otro. Tal vez, para sorpresa de mi soberbia, el problema no eran sus besos, sino los míos. No obstante, al menos un par de meses, ella pagó por mi compañía, hasta que el “sin besos porque me enamoro” se convirtió en mi escudo.
Al repetir la frase comprendí, en mi experiencia breve de “pirujo”, que el cliché es también una declaración de principios. Había que evitar sus besos, distanciarme sentimentalmente y evitar herirla, pues era agradable. Lo que trataba de decirle a Fulanita, era “no me beses porque te enamoras”: la proyección de las prostitutas. Ellas saben que su negocio es la compañía, no los lazos sentimentales ni las cargas emocionales, de ahí que la frase sea la primera regla del comercio sexual.

(Además, ¿qué carajos haría una prostituta con el amor de un cliente? Vincent Van Gogh, se enamoró de una prostituta. Ella rechazó su amor, pues tal vez sus besos eran infames, y adolorido por el rechazo, se cortó la oreja. Luego, se la regaló a la prostituta. Si la prostituta le hubiera dicho: “sin orejas porque me enamoro”, su acción estaría justificada, pero no fue así, lo que nos demuestra, que las prostitutas no quieren amor, ni mucho menos, expresiones de radical melancolía artística. Por eso Bukowski, sabedor del tema, le dijo en un poema: “Van Gogh, las putas quieren dinero, no orejas”.)
La frase es refinada en muchos grados, pero sobre todo es un enorme truco de marketing. Cuando le negaba besos a Fulanita ella intentaba besarme más. A veces forcejeaba con tal de conseguir un beso, y si lo conseguía me seguía besando. Ella satisfacía sus deseos, conseguía lo prohibido y se prendía más, pero el costo era recibir el impertérrito “sin besos porque me enamoro”. Y cuando se lo decía me hacía sentir considerado, superior, y además, fingía que su amor era elevado comparado a mis besos débiles…
Algunas ocasiones me negaba a besar a Fulanita, ella me compraba cosas, y se mostraba bondadosa para sentirse amada -o algo similar. Lo mismo sucede para las prostitutas que dan besos a sus clientes, y logran conseguir más de lo pactado, como la croqueta de recompensa para el perro adiestrado. Además, no es lo mismo que te besen al chile, a que te besen el chile.
Los besos de agradecimiento, las croquetas, son una inversión. Agregan calidad y humanidad al servicio y se gozan los beneficios. Uno (como las sexoservidoras) no está exento de vivir circunstancias intensas, dejarse llevar por las pasiones de afecto, sensualidad, entrega… pues a pesar de los besos chafas, hay que estar dispuesto a las experiencias de intercambio cultural.  Pero no puedes fantasear con los besos, (como lo hizo Van Gogh) o terminaras dando una parte de tu cuerpo, en lugar de satisfacerte por la parte del cuerpo que pagas.
Después de un tiempo de ser  “pirujo”, llegó la ruptura. Fue una despedida breve pero emotiva, donde no se cansó de preguntarme “¿por qué?”, hasta que me mandó al diablo. Lo cual fue mucho mejor que recibir propinas por un último beso –o que recibir orejas.
Lo cierto es que sobrevaloramos el amor y los besos que esperamos del otro, lo que confirma la expectativa de nuestras fantasías, antes bien, las destruye por completo. Pude ser honesto con Fulanita, hablar el problema e intentar solucionarlo, pues es verdad que sus besos eran desagradables pero adoraba estar con ella, en cambio Fulanita intentó comprarme y yo me vendí. (En el caso de Van Gogh, bueno, Van Gogh fue un pendejo…)

Ahora sé que la mayor parte de las veces hay que practicar, encontrar lo delicioso del beso, fomentarlo y luego todo mejora. Así funcionan las empresas del amor con todo y sus limitantes: a pocos les llega y a otros, jamás les llegará. ¿Cuántos besos hemos repartido, esperando ser recompensados mínimo con una muestra de afecto? ¿A cuántas prostitut@s has besado y cuantos besos de prostitut@s has dado? Al final, las tetas grandes, las nalgas exuberantes y la belleza que hace torcerle el cuello a más de uno, siempre funciona cuando los besos, apestan.



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