Un ensayo sobre el humor y la muerte. Publicado en Pijama Surf.
¿ÉTICA DE LA RISA CRUEL? EL
PAYASO PLATANITO Y 1000 MANERAS DE MORIR
La industria del entretenimiento hace de la muerte un objeto de humor
negro, la presenta de forma cómoda haciendo uso de sus recursos técnicos de una
manera sumamente ingeniosa. Recientemente el payaso mexicano Platanito, hizo un
par de chistes que abordan el tema de la muerte a propósito del incidente de la
guardería ABC en el estado de Sonora.
Pero antes de abordar el tema sobre la demanda de ética en la risa cruel, quisiera enfatizar otro programa de
TV que recurre al humor negro para parodiar la muerte. 1000
maneras de morir trata humorísticamente cómo, por razones
involuntarias, ignorancia o bien por el ingenio de la producción, las personas
mueren: por ejemplo, un tipo alcoholizado y drogado que orina en una cerca
eléctrica. Su orín envía 10 000 voltios a través de su cuerpo, calcinándolo. El
propósito del programa es mofarse de los muertos, al menos de inicio; la
ambigüedad asalta cuando una explicación posterior sobre por qué, cómo, de qué
modo y hasta para qué actuó la orina de conductora de electricidad en el
organismo del occiso. Para ello se sirve de imágenes en tercera dimensión y
explicaciones científicas sobre la causa formal de la muerte. El muerto se
convierte en objeto de estudio; en una cosa de la cual lo
primordial no es solo reírse de su forma de morir —puesto que de la muerte per
se no habría manera de reír al ser desconocida—, sino también
aprehender de ella y hasta prevenir esos casos. La muerte con un sentido
iniciático-científico.
Esta tanatología mediática elimina lo traumático de un
accidente para tener una versión accesible a todo público. Disfraza la
impresión grotesca, sanguinolenta, cadavérica y cruel con recreaciones HD,
sutiles ridiculizaciones y versiones computarizadas sobre el deceso. El horror
se hace risible y sucede la explicación anatómica del fallecimiento.
Lo que se oferta y se demanda de 1000 maneras
de morir, así como de los chistes expresados por Platanito, es una
expresión grotesca (irracional) disfrazada (de racionalidad científica en caso
del primero, hedonista en el caso del segundo). Así, puedes tener un espectador
o un receptor, que no vomita sobre su alfombra aligerando el horror y
que aprende al mismo tiempo sobre la bondad de la muerte.
Con el horror
bondadoso se tiene el poder de trasformar la trilogía de Trauma —asesinatos,
decapitaciones, suicidas y violencia extrema sin censura— en una situación
divertida: música agradable, chistes entre muertes, un narrador irónico,
sonidos caricaturizados y risas enlatadas acompañadas por comerciales donde la
muerte actúa en el sit com. La capacidad para burlarse de las cosas
y el nivel de horror presentado por la TV asciende gradualmente, pero con ello
también el nivel y las técnicas para disfrazarlo.
Para reír de 1000 maneras de morir, tanto
como para reír de cualquier situación, es necesario cancelar todo pensamiento,
toda moral, todo sentimiento y empatía. Solo así se puede experimentar una risa
enteramente placentera; no obstante, como el chiste de la guardaría ABC, una
risa cruel que desahoga, consterna y levanta un asco (bondadoso) también
provoca un nivel de placer —aun cuando sea algo que no se puede consumar por
completo.
Coronel Slandes
DE LA ÉTICA DE LA RISA
La risa cruel provoca una
contrariedad interna, a saber, 1) placer e inquietud del cuerpo y 2)
intromisión de la razón y la moral de la mente. Lo que de alguna manera extraña
se conecta cuando uno ríe. Aunque enseguida haya una sensación de vacío en el
cuerpo y la represión de la mente que corrige la necesidad de liberar la risa.
En otras palabras, luego de la risa hay un momento en que pongo en tela de
juicio el chiste y mi propia risa y lo confronto con un razonamiento moral:
¿cómo puede causarme gracia la crueldad de lo que veo o lo que escucho? ¿Cómo
reírme plenamente sin que me provoque insatisfacción el horror bondadoso?
Para aligerar la tensión provocada entre ambas partes,
existe una dicotomía que utilizan los medios y los humoristas como recurso
ético para presentar el horror bondadoso, no de forma radical pero sí de una
manera implícita, que divide los productos en dos categorías: 1) lo risible
permitido (legitimado por la proyección visual o por la moral) y 2) lo risible
no permisible (el tabú). En la primera categoría se encuentran las proyecciones
humorísticas que se justifican por la validez de los medios que los exponen,
incluso las formas de morir de los filósofos como camino iniciático —El
libro de los filósofos muertos de Simon Critchley. La popularidad es
propensa a toda risa: es válido reír de ellos sin importar incluso lo ruin o
extremo de la situación de su muerte. Burlarse de esto ha sido el gran mérito,
puesto que ridiculizar a la farándula la desmitifica; aunque esa humillación
pragmática se haga costumbre con el tiempo. En el segundo caso están los
muertos anónimos —lo prohibido, lo censurable. El anonimato es sórdido. Por
tanto se sabe cruel, terrorífico, grotesco etc., como las muertes de los niños.
Además no goza del privilegio de una sana e instructiva explicación
orgánico-científica como el caso de 1000 maneras de morir.
Aquello prohibido, lo inadmisible por su sordidez, es
reírse de los muertos, de las víctimas, incluso en situaciones cotidianas. Si
nadie hasta ahora había hecho chistes del ABC, tampoco se han mofado de las
muertas de Juárez (a menos que entre sus víctimas estuvieran Elba Esther
Gordillo, Paris Hilton, Ninel Conde y las chicas de Jersey Shore). En caso
contrario, la carga simbólica de los feminicidios, el misterio de las muertes,
la preocupación del suceso, la conciencia social y cultural, serían risas
estigmatizadas por la política correctiva del escrutinio moral (lo que pasó con
Platanito, la censura de su programa y los ataques en Twitter).
Reír de las tragedias contiene un proceso de
relativización cultural que depende de la cercanía de lo fastuoso. Asimismo,
entre más lejana haya ocurrido la tragedia, más burla habrá; si la tragedia,
por más cómicos que resulten sus chistes, es cercana, mayor será la prohibición
y la lucha moral contra el comediante. Sin embargo, ¿es válido reír de la
muerte? ¿Es válido hacer diferencias arbitrarias, morales, sociales, entre reír
de alguien famoso y reir de alguien que no lo es? ¿Podríamos rebajar a cosas a los
niños de la guardería ABC o incluso a nuestros propios muertos y explicar el
proceso de su descomposición científicamente y así legitimar la mofa? ¿Acaso
los hijos de aquellos muertos famosos no son víctimas de la humillación
permisible de la risa? ¿Por qué los padres de las víctimas y la consciencia
moral hacen ésta dicotomía mediática?
Hay además otra diferencia cultural y económica en el
asunto de reír o no de los muertos. De los ricos y poderosos es permisible
reír, pues la mofa les resta estatus; si confirman el mito de los mass
media, hay que derrumbar su símbolo con bromas, a pesar de la crueldad y
humillación que puedan sufrir. Mientras que al anonimato se le ha enfatizado la
humildad y se ha cargado de un simbolismo moral, religioso y en el caso de
Platanito hasta patriótico. La humillación sufrida cotidianamente es suficiente
para reír también de su forma de morir. Reír del poder humaniza. Reír de la
pobreza injuria al que se burla, en todo caso su burla no es legítima (de
hecho, a los “burlones” se les reprendía con la maldición de que sus risas
podían alterar el código genético de su descendencia: “No te rías, puedes tener
un hijo así”; el mismo Platanito lo dice: “No te rías de los chavitos al
pastor, no seas culero”). El humor negro distingue castas, popularidad y
anonimato, permisible y no permisible y, claro, entre cientificidad y risa
ausente de conocimiento. O al menos lo había hecho.
La pregunta es, todavía, ¿se vale reír de los muertos?
Digamos que sí, un poco para seguir con el ejercicio de defensa lúdico de
Platanito, teniendo en cuenta que es un comediante trasgresor, irreverente,
amoral y que siguiendo su sit com incluso tendría que ser
cruel para ser gracioso: Todo suceso es risible, apunta Bergson en
su libro La Risa. Sí se vale reír de la muerte, no obstante, hay
que estar consciente del extremo de trasformar toda muerte, incluyendo su nivel
de crueldad, en un placer risible a toda costa; ello se nos presentará, con o
sin disfraz, por mediación de la diversión. Si toda risa es válida o
justificada científica y orgánicamente, entonces habría que indagar más en las
consecuencias de ello, sobre todo en la descarga de simbolismo que provoca la
muerte de alguien —incluyendo los asesinatos y demás formas violentas y de
tortura. Aunque también en las consecuencias que implican para el humorista…
La paradoja del “todo suceso es risible” y “el humor
es trasgresor”, es la carencia de reglas; es decir, una falta de ética. No
obstante es la ventaja para el humorista, que bien supo aprovechar Platanito,
para reírse de la situación del ABC. Sin reglas la burla de la muerte sería
igual para todos. Una democracia efectiva en su totalidad que con el tiempo,
para incrementar la calidad de las risas, tendrá que acceder a más horror que
accione la risa cruel. Pero, ¿qué no es la demanda de placer que provoca la
risa cruel lo que exigen las personas cuando buscan diversión en el show de
Platanito, en1000 maneras de morir y otros comediantes y programas
similares?
Quien esté libre de risa cruel que arroje la primera
broma.
Y aunque se piense que los chistes de Platanito y 1000
maneras de morir sean dos casos aislados en el asunto de la risa y la
muerte, ¿hasta qué punto es válida la risa para todos? ¿Vale reir de la
farándula, de los anónimos cosificados por la ciencia de forma permisible? Y de
los muertos propios, de aquellas personas que cargamos en la memoria y que
incluso seguimos su legado, ¿no es válido reírse? ¿Vale reír de las víctimas
anónimas, de los muertos por el horror y terror que vivimos hoy en día pero con
mesura? ¿Hasta qué punto nos reiremos de las víctimas? Y si en efecto vale reír
de ello, ¿hasta qué punto la risa nos convierte en victimarios?
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